Hoy las vacunas son algo común de lo que muchos nos olvidamos al abandonar la infancia, y enfermedades como la viruela nos suenan a novela decimonónica. Sin embargo, hubo un tiempo en el que esta dolencia causaba auténticos estragos en la población infantil del mundo entero. En 1800, el médico rural inglés Edward Jenner observó, durante una de las más graves epidemias de viruela, que ciertas recolectoras de leche enfermaban de una variante de la viruela mucho más leve e inocua. Jenner observó que, inoculando esta viruela “light” en un grupo de niños, éstos reaccionaban sorprendentemente bien frente a la cepa más agresiva de la enfermedad: había nacido la vacuna contra la viruela.
En España, el médico de Carlos IV, Francisco Javier de Balmís, acogió este descubrimiento con entusiasmo y tuvo una idea aparentemente descabellada: llevar la vacuna a los niños de todo el imperio. El rey, cuya hija había padecido la enfermedad, apoyó la iniciativa. La expedición salió del puerto de
La expedición dio la vuelta al mundo y, hasta 1814, recorrió Islas Canarias, Colombia, Ecuador, Perú, México, las Filipinas y China, vacunando contra la viruela a miles de niños. Durante el viaje tuvieron que sufrir innumerables contratiempos y pérdidas. Las duras condiciones de la travesía por mar y tierra se llevaron la vida de algunos de los miembros de la expedición. Es difícil imaginar un viaje filantrópico más extraño y estremecedor que éste.
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