lunes, 9 de marzo de 2009

Imprescindible: Planeta Sacromonte

Con nuestro número 10 ya esperándoos en nuestros puntos de distribución, os invitamos, si estáis en Madrid, a disfrutar del gran, gran, gran espectáculo “Planeta Sacromonte”, dirigido por Hugo Pérez y que se está representando los domingos a las 19.00 h en la sala Tribueñe (Sancho Dávila, 31). Desde hace mucho nos encantan las creaciones de este director y dramaturgo cuya propuesta estética es una de las más arriesgadas y hermosas que se pueden ver hoy en los escenarios madrileños. Por eso vamos a dedicarle un extenso reportaje en nuestro próximo número y, también por eso, os invitamos ahora a ver su nueva obra teatral.

La protagonista absoluta de esta creación es la zambra, una danza de ese microcosmos absoluto y desconocido que es el Sacromonte granadino. Hugo Pérez ha llevado a cabo una minuciosa investigación y una exuberante recreación visual que va más allá del flamenco y que genera en el escenario una fantasmagoría rotunda e impecable que no deja indiferente al público. La danza, el cante o el teatro se unen en este espectáculo atípico e inclasificable que, por lo que vimos ayer, no somos los únicos en apreciar; la reacción del público es entusiasta, y tienen razón para ello. Ahora, esperamos vuestras opiniones. Y os dejamos un video para que acabéis de decidiros.

1 comentario:

Unknown dijo...

Zambra sobre zambra, "prosa sobre prosa, poesía sobre poesía"...; los duendecillos de la dramaturgia, del baile y la música se citaron en el tablado de la Sala Tribueñe.

El Director, Hugo Pérez, gitano de las metáforas y de la plasticidad visual nos lleva hacia los esplendores y encantos del flamenco en Granada. Un viaje en el tiempo que rescata los perfumes de antaño, la autenticidad de sus esencias, el sentir de la tradición legendaria y mítica del pueblo andaluz, ensalzando con magistralidad la profundidad de su carácter. Un encaje de bulerías, tonadillas y cantes jondos hilvana los cuadros con rigor y naturalidad, realzando así el enredo teatral de los personajes.

Todo allí, en el Planeta Sacromonte, es belleza, alegría, expresión y despertar de los sentidos.

Por una misteriosa química mágica, el duende lorquiano cobra corporalidad, y se apodera físicamente de las bailarinas, las arrebata, las transporta, las sublima: el hechizo gitano cautiva a los cantaores y músicos, conmoviendo o excitando poderosamente alguna pasión. Hasta el melodioso tocar del pianista, hasta el rascar del guitarrista y el repiqueteo de las castañuelas, todo abanica una alquimia completa, a la que se añade la suntuosidad del vestuario, la sensualidad de los ademanes y voluptuosidad de las luces que iluminan, recortan, oscurecen o exaltan el carácter de las situaciones; ensalzando una plasticidad casi pictórica.

Desprende el espectáculo una verdadera cosmología poética, que depura la gitanería de cualquier artificio, y esos ojos negros de aceituna transmiten relámpagos mágicos, un alambre eléctrico entre el escenario y el patio de butacas. La función se convierte a su turno en una tauromaquia pero sin sangre, que replantea los altibajos de la vida, los límites de la civilización y de la barbarie, de la pureza y su subversión, de la intrahistoria y su ética... Y al acabar la representación, sigue en nuestros adentros la dialéctica artística del capote.